Chantal Mangbau Wally, es congoleña, diplomada en Biología química, en Enfermería y en Salud comunitaria. Lleva doce años vinculada al trabajo de medicusmundi Bizkaia a través de proyectos de promoción del derecho a la salud y a los derechos sexuales y derechos reproductivos. Hablamos con ella para conocer de primera mano el impacto de la pandemia por COVID-19 en la República Democrática del Congo, en concreto, en las zonas donde colaboramos.
¿Qué está suponiendo la pandemia en la República Democrática del Congo?
Según los últimos datos, existen 11.066 casos confirmados en todo el país, 10.362 personas curadas, 303 fallecidas y 401 casos aún activos. Actualmente, hay casos en 21 de las 26 provincias.
Si la situación a nivel mundial es alarmante, lo es aún más aquí, donde las estructuras sanitarias están mal preparadas para responder a una pandemia. Esto nos preocupa seriamente, ya que tenemos una gran dependencia de financiación, que puede tener un impacto directo en la respuesta a las necesidades humanitarias urgentes.
¿Cómo ha sido el desarrollo de los acontecimientos tras el inicio de la pandemia?
Se tomaron medidas rápidamente, creo que debido a la experiencia previa en coordinación y atención a enfermedades contagiosas. Tras la confirmación del primer caso el 10 de marzo, el gobierno adoptó varias medidas para impedir la propagación, como por ejemplo, la prohibición de reuniones de más de 20 personas, la suspensión de actividades de culto y deportivas, el cierre de escuelas, universidades, restaurantes y restricciones a la circulación.
El 24 de marzo, se declaró el estado de emergencia y el 2 de abril, el gobierno anunció el confinamiento total de la comuna Gombe, el principal centro de negocios. Esto provocó una desaceleración de la actividad económica, que poco a poco se ha ido recuperando, no sin dejar impactos negativos. Progresivamente se han tomado medidas, a partir de julio, la reapertura de tiendas, bancos, restaurantes y en agosto, se abrieron escuelas y universidades, centros de culto y fronteras.
«Tenemos que desarrollar capacidades de resistencia y aprender a vivir con el virus»
Todo esto, ¿qué impacto está teniendo en la población?
El impacto económico ha sido de los primeros en percibirse. La economía congoleña tiene una fuerte dependencia de las potencias mundiales afectadas por la pandemia. Ello conllevó una caída de las exportaciones de productos mineros, disminución de los ingresos públicos, inflación, escasez de productos de primera necesidad y un aumento de los precios del mercado.
Como es lógico, esto provocó un gran descontento en la población más vulnerable, que sufre escasez de recursos y falta higiene y saneamiento, y que ha visto agravada su situación con la pandemia. También el distanciamiento social y el confinamiento han provocado un gran cambio en las relaciones sociales, pero también en el sistema de valores africanos.
En lo relacionado con los proyectos, ¿cómo ha afectado la pandemia y cómo lo estáis abordando?
Para continuar con nuestro trabajo hemos tenido que adaptarnos a la nueva situación. Hemos llenado los almacenes de insumos para las estructuras de salud y evitar así la escasez de existencias. Hemos revisado los presupuestos para introducir artículos de prevención, como mascarillas, geles, etc. Se han reducido los aforos, se han adoptado medidas de desinfección, distanciamiento social, uso de mascarillas, etc.
En la actualidad, se está registrando una disminución de la incidencia de los casos. Pese a ello, nos hemos dado cuenta de que tenemos que desarrollar capacidades de resistencia y aprender a vivir con el virus.
¿Qué lectura haces sobre la pandemia?
La salida de la crisis es cada vez más compleja. Requiere una acción coordinada para abordar las cuestiones más urgentes, que pasan por el fortalecimiento del sistema de salud, la protección social, la recuperación económica y el fortalecimiento de la gobernanza. Por otra parte, también creo que esta crisis es una oportunidad para innovar y diversificar la economía congoleña, reducir el flujo de importaciones de productos y mejorar la calidad de vida de la población.