Ni el personal ni los protocolos de ginecología están todavía preparados para entender la diversidad de las prácticas sexuales de las lesbianas ni para atender las demandas de mujeres y hombres trans que precisan de consultas ginecológicas.
ANDREA MOMOITIO
La socialización de género no es solo la manera en la que nos educan es, más bien, la manera en la que nos programan. Una cosa es decir a tus criaturas que es de buena educación dar las gracias y otra, muy diferente, es instalar en su ADN qué significa ser una mujer, qué significa ser hombre, cómo hay que relacionarse con los cuerpos, qué atributos puede desarrollar y cuáles no; cuándo y cómo puede ejercer algunos derechos, a quién tiene que mirar, por quién tiene que sentir deseo. Es más: la socialización de género no solo es la programación en el ADN de ciertos valores sino la imposición de los mismos a través de un sistema de normas y creencias que trasciende a la familia. Por eso, precisamente por eso, resulta tan complicado sacudirnos las normas o tratar de instalar un programa distinto en un marco tan concreto.
¿Y a qué viene todo esto si el artículo se titula ‘Los traumitas de las lesbianas en ginecología’? Pues porque, para una gran mayoría de las mujeres, acudir a una cita de ginecología es un momento complicado –las buenas mujeres no muestran sus genitales a cualquiera–, pero precisamente es más complicado para las lesbianas –porque no somos buenas mujeres–. La periodista Ángeles Gómez López escribía en El País que solo el 54 por ciento “de las menores de 24 años ha ido al ginecólogo, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)” y que, en muchas ocasiones, ocultan información. Nos da pudor, según este artículo, hablar de embarazos y abortos; detallar las fechas de las últimas reglas; concretar el tipo de prácticas sexuales que llevamos a cabo; reconocernos lesbianas; decir nuestra edad biológica o haber recibido terapia hormonal sustitutiva; reconocer la incontinencia urinaria, la falta de deseo sexual o haber practicado cirugías reconstructivas genitales derivadas de la falta de información sobre la diversidad de las vulvas.
A pesar de los diferentes pudores que surgen al acudir a la consulta, lo cierto es que todos podrían resumirse en miedo a reconocer que no cumplimos con las expectativas sociales. Por otro lado, y esto es innegable, las experiencias de terror que muchas hemos tenido que vivir en las consultas de ginecología tampoco ayudan: falta de reconocimiento de enfermedades y síntomas –pienso en la endometriosis, por ejemplo– o el estigma y cuestionamiento al contraer algunas infecciones de transmisión sexual. En el reportaje “Estate tranquilita que ya bastante has hecho”, de Emilia Laura Arias para Pikara Magazine, María contaba que su ginecóloga le había dicho que “hoy en día las chicas somos muy promiscuas y que la única solución contra el VPH es tener una pareja y serle fiel”. La experiencia que relataba Ana no es mucho mejor: “Estás en bragas, desnuda, vulnerable, con las piernas abiertas y una tía que debe informarte, te juzga”.
¿Qué pasa con las lesbianas?
En el caso de las lesbianas, las experiencias no son mejores. Desde ginecólogos y ginecólogas que cuestionan que las prácticas sexuales lésbicas sean, eso, prácticas sexuales a experiencias de brutal lesbofobia. Sabina Urraca aseguraba, en un artículo para Vice, que “para muchas mujeres lesbianas o que tienen relaciones sexuales con otras mujeres, pasar por la consulta ginecológica puede ser un infierno”.
No exagera ni un poquito. Más allá de las experiencias que son incuestionablemente violentas, otro problema muy habitual es que no suelen tener respuestas a preguntas concretas sobre riesgos derivados de prácticas lésbicas ni, mucho menos, por supuesto, sobre prevención. Son, precisamente, asociaciones y colectivos LGTBQI+ las que trabajan e investigan en esta línea. La Guía de salud sexual para mujeres que tienen sexo con mujeres, de la Fundación Triángulo, está bien para empezar. Consejos directos y sencillos difíciles de encontrar y que, desde luego, no han llegado a los centros de salud. El colectivo lesbofeminista Sare Lesbianista, en colaboración con Mundo Ivaginario, publicó también una guía en 2017 sobre el Virus del Papiloma Humano para lesbianas. Denunciaban un modelo sexual heterosexista y un abordaje del VPH moralista y alarmista. Aseguraban buscar la posibilidad de disfrutar de nuestra sexualidad “a través del placer y cuidado de nuestra salud sexual”. Y lanzaban un consejo importante: “Lo importante respecto al VPH no es no contagiarse, ya que si eres una persona sexualmente activa es prácticamente imposible, lo importante es prevenir el cáncer de cérvix”. Más allá de consejos concretos –utilizar el dildo con preservativo, por ejemplo– animan a practicarse citologías según el protocolo. Lo del desmantelamiento de la sanidad pública y de las pruebas de prevención, es otro tema.
No solo las mujeres lesbianas cis –las que no son trans– tienen dificultades a la hora de acudir a ginecología. La ginecóloga Rosa Almirall, en una entrevista en el periódico Diagonal, denunciaba la falta de presencia de mujeres trans, “que tienen mamas y toman hormonas”, en los programas de mamografías. Además, las mujeres trans que se hayan sometido a una vaginoplastia deberían también acudir a las consultas. En la misma línea, los hombres trans con vagina deberían someterse a las mismas revisiones. Aseguraba en la misma entrevista que “uno de los grandes temas y más desconocidos es la orientación en cuestiones reproductivas y de anticoncepción”. Un hombre trans, “en baja dosis de testosterona”, puede quedarse embarazado.
No deben de ir mucho los chicos trans tampoco al ginecólogo. El cantante y activista Victor Viruta narraba en un artículo para Pikara Magazine, ‘Adivina quién viene a consulta’, sus aventuras y desventuras. Eso sí, no tiene dudas: “Yo recomiendo a mis compas trans que busquen recomendaciones de profesionales que les traten con cariño, empatía y que les hagan la experiencia lo más llevadera posible. Que no queden excusas para conocer nuestros cuerpos, por dentro y por fuera”. ¿Y a qué viene todo esto si el artículo se titula ‘Los traumitas de las lesbianas en ginecología’? Pues a que algunas mujeres trans son lesbianas y a que algunos hombres trans, si no se han sometido a una reasignación genital, mantienen prácticas sexuales con otras personas con vulvas y necesitan la misma información.
Victor Viruta apuntaba al gran reto: No dejar de cuidar nuestra salud y sexualidad aunque resulte complicado al entrar a la consulta, responder a sus preguntas y ser consciente de su ignorancia; aunque te sientas una rara avis en la consulta; aunque el resto de la sala de espera te mire con sorpresa. Porque, algunas, muchas veces sin pretenderlo, hemos conseguido desinstalar alguno de los programas de nuestro sistema y eso, amigas, a algunos y algunas les escuece más las cándidas.