Que la cooperación tiene que cambiar en un mundo que se transforma cada vez más rápidamente, es un hecho, pero ¿hacia dónde debemos dirigir nuestros pasos las ONG de desarrollo? Para intentar arrojar algo de luz sobre este tema, el pasado sábado nos acompañó en nuestra jornada de reflexión, José Antonio Alonso, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid, especializado en crecimiento y desarrollo y relaciones económicas internacionales.
Un mundo en cambio
La intervención comenzó con los principales cambios que se han producido en el sistema de cooperación desde que éste empezó a funcionar hace varias décadas, momento en que se veía a los países en desarrollo, al Sur económico, como algo homogéneo, que tenía que conseguirse que fuese igual al Norte. Sin embargo hoy sabemos que hay muchos “sures” y que cada país requerirá una solución.
A juicio de J.A. Alonso, la cooperación ha fijado su atención principalmente sobre la pobreza extrema y ésta se ha reducido mucho: En 2015 la población pobre será más o menos el 16% de la población mundial y podríamos considerar como tal a poco más de 20 países, pero aquí la trampa está en que la mayor parte de los pobres están hoy en países de renta media, países que han dejado de ser pobres y con los que hay que buscar fórmulas de trabajo compartidas.
Otro riesgo es olvidar a la población frágil, vulnerable, a la que las estadísticas no considera pobre, pero que está muy cerca de la pobreza.
Ante este panorama, la cooperación no debería presentarse como la forma de acabar con la pobreza, sino como la forma de resolver las asimetrías que el sistema genera.
Siguiendo con los cambios en el contexto, el experto en crecimiento y desarrollo recordó que la cooperación nace en un mundo bipolar, que ya no existe, pues han aparecido nuevos actores que provienen del mundo en desarrollo, lo que nos obliga a plantearnos una mayor acción cooperativa entre los países.
En este mundo multipolar, nos damos cuenta de que hay muchas cuestiones que requieren propuestas con perspectiva internacional, como las políticas comerciales, el problema del cambio climático, el acceso a los recursos naturales, etc. Se trata de defender los bienes públicos globales, dejando a un lado la idea de que el problema del desarrollo es un problema sólo nacional.
La cooperación tiene que girar para convertirse en una cuestión no sólo de solidaridad, sino también de gobernanza responsable: Compartimos problemas que tenemos que resolver entre todos. Es necesario, por tanto, establecer relaciones más horizontales con nuestros socios del Sur.
Crear una nueva narrativa
El sistema de cooperación internacional es cada vez más complejo, con más actores interviniendo: ONG, Fundaciones, Estados, empresas… Aquí las ONG debemos hacer autocrítica y darnos cuenta de que quizá hemos hecho poco esfuerzo para integrar a la sociedad. Se deberían dedicar esfuerzos, por tanto, a integrar a más actores, siendo flexibles, es decir sabiendo aquello de lo que no podemos prescindir de nuestros principios, pero abriéndonos más.
Para J. A. Alonso las ONG tenemos que construir una nueva narrativa, donde insistamos más en la responsabilidad compartida y en la idea de que la cooperación no es algo efímero que terminará cuando se acabe con la pobreza, sino que perdurará mientras existan las asimetrías que genera el propio sistema.
Además de intentar llegar donde no llegan los Estados, podemos jugar un papel de innovación en la intervención en social, en la identificación de problemas y la forma de abordarlos. Todo esto sumado a un papel de incidencia política, tanto en el Norte como en el Sur.
Acercarnos a la realidad
En plena crisis del Estado de Bienestar, el crecimiento en los próximos 15 años será lento, habrá más achicamiento del Estado, bajando el peso del sector público. Se incorporarán al sistema de cooperación donantes del Sur, pero no aumentarán considerablemente los fondos.
Los países en desarrollo se encuentran en estos momentos construyendo sus estados de bienestar, hagámosles llegar nuestras propuestas para que los problemas que se están produciendo en nuestros países tengan repercusión internacional y sirvan de aprendizaje.
Otro de los retos de las ONG es ganar en permeabilidad para acercarse más a la sociedad y, sobre todo, a los jóvenes. La inquietud social existe, pero tenemos la sensación de que no llegamos a la sociedad, por eso es clave cambiar nuestros modos de acercarnos a la realidad. Por ejemplo, podemos aprender de los movimientos sociales en la forma de comunicarse, de construir su discurso, aunque ofreciendo nuestras alternativas.
Se trata en fin, de convertir la cooperación en una política pública global.