Hablamos con Gorka Maiz, médico de familia y presidente de Osatzen, sobre Atención Primaria en Salud (APS), en tiempos de COVID-19. En las últimas semanas, desde el inicio de la pandemia, el discurso político y también mediático, está centrado en el entorno hospitalario, tanto en su análisis de la evolución de la enfermedad (con datos de camas de UCI ocupadas y respiradores disponibles) como a la hora de visibilizar el protagonismo en la respuesta del sistema sanitario a la pandemia.
¿Cuál es la realidad en los centros de salud durante estas semanas? ¿Por qué no se habla de la realidad desde los centros de salud?
Pese a que efectivamente la APS no ha tenido protagonismo mediático ni en el discurso político, ha identificado, y realizado el seguimiento en la mayoría de las ocasiones hasta la curación de entre un 80 y un 85% de los casos.
Los y las profesionales de la APS han demostrado en muchas ocasiones su capacidad de adaptación y para autogestionar circunstancias difíciles, muchas veces incluso antes de que los propios gestores lo hagan.
Ha sido necesario cambiar el día a día de los centros y del trabajo de cada una de las y los profesionales. Quizá los cambios más significativos han tenido que ver con la diferenciación de centros o consultas (dependiendo de la OSI) dedicados exclusivamente a las personas con síntomas compatibles con Coronavirus y de otros donde se ha seguido atendiendo el resto de problemas de salud, además de realizar el seguimiento telefónico de los casos que han podido pasar la infección en sus domicilios.
El otro gran cambio ha sido precisamente este. Se ha reducido lo máximo posible las consultas presenciales para evitar exposiciones innecesarias tanto de la ciudadanía como de las y los propios profesionales, de forma que las consultas telefónicas han sido las predominantes.
La atención continuada en el tiempo y el conocimiento mutuo entre profesionales y pacientes ha sido en este caso una gran ventaja a la hora de poder salvar este handicap.
[La APS no ha tenido protagonismo mediático ni en el discurso político, ha identificado, y realizado el seguimiento en la mayoría de las ocasiones hasta la curación de entre un 80 y un 85% de los casos]
¿Está sirviendo esta pandemia para reforzar un modelo de sistema sanitario hospitalocentrico y contribuyendo a invisibilizar a la APS tanto en el enorme esfuerzo que está realizando, como en su importancia como nivel de atención del sistema sanitario?
Una vez más, se ha puesto el foco en la atención que se realizaba en los hospitales (sin restar ni una pizca de mérito al gran trabajo que se está realizando en ellos) obviando que, como decía, la mayor parte de los casos se han atendido en los centros de salud. Los respiradores, las UCIs, todo aquello que tiene que ver con la tecnología nos fascina y evidentemente “vende” mucho más que el trabajo de profesionales de la AP, que tiene que ver mucho más con los cuidados o el conocimiento mutuo, que con el lenguaje “bélico” que también está imperando.
En parte no es más que lo que se ha venido vendiendo desde hace muchos años en los medios de comunicación y por parte de los políticos. Son inercias difíciles de cambiar y que luego por supuesto tienen sus consecuencias a la hora de tomar decisiones o plantear programas electorales. Y también, al decidir sobre presupuestos, en los que las más invisibles (la Atención Primaria, la Salud Pública, la Comunitaria, lo Sociosanitario) solemos salir perdiendo. Justo de quiénes más nos acordamos cuando se ven las consecuencias o la dificultad para frenar una epidemia como esta.
En el mejor de los casos, se habla de la AP como “dique de contención” para evitar el colapso hospitalario, nuevamente con una función supeditada al buen funcionamiento de los hospitales, como si la AP no realizase una función en sí misma, la de cuidar, la de atender desde la cercanía, el conocimiento y la confianza mutuas. Como si no resolviese ya por sí sóla un 80-85% de los casos de Coronavirus.
Además, ante una misma realidad, pueden dibujarse paisajes bien diferentes en función de dónde se ponga el foco. Al ponerlo en la parte más dramática y en pacientes más graves, se traslada a la ciudadanía la sensación de algo aún más grave de lo que es y se contribuye al miedo instalado en la población. No te va a contar la misma realidad una intensivista que una médica o enfermera de familia, porque la mirada de estas últimas es mucho más amplia e incluye además a las familias, los domicilios y las comunidades donde viven esas pacientes.
Con los centros de salud centrados prácticamente en la respuesta a una sola enfermedad, la “vuelta a la normalidad” será un arduo trabajo al que hará frente una plantilla al límite de sus esfuerzos humanos. ¿Qué impacto está teniendo esta pandemia en la APS más allá de las frías y terribles estadísticas?
Nos encontramos ante una infección nueva, de la que vamos aprendiendo casi a diario, y en una situación en la que no nos hemos encontrado antes ni profesionales ni población general, ni quien toma las decisiones. Eso hace que una de las características principales de esta crisis sea la incertidumbre y los cambios de rumbo. Cuando se aprende algo nuevo que obliga a modificar la forma de actuar.
Todo esto genera un gran desgaste en los y las profesionales, que se suma a los miedos propios a enfermar o a contagiar a tus familiares, y al esfuerzo que supone acompañar y ayudar a gestionar el impacto emocional que está teniendo también en pacientes, ya que tratamos de que nuestros pacientes nos sigan sintiendo accesibles y cercanas.
¿Qué impacto colateral está teniendo y tendrá en la salud de la población la actual pandemia, tanto en el estado de la salud en general, así como consecuencia del confinamiento?
Hay que reseñar que lo mismo que se ha puesto el foco en lo hospitalario, se ha establecido una especie de realidad en la que solo existe el coronavirus, como si el resto de problemas de salud o de la vida desaparecieran.
Durante todo este tiempo, aunque dedicándole menos del habitual, hemos seguido tratando mirar con el rabillo del ojo para no dejar de detectar otras patologías o problemas importantes, y para que no se agravasen los que ya conocíamos.
Hay que tener en cuenta, además, que no ha habido un solo confinamiento sino muchos tipos diferentes. Todo esto ha aumentado aún más las desigualdades y la violencia que nos impactan los determinantes económicos y sociales. No han vivido lo mismo ni les habrá afectado igual a una pareja que viva sola en un piso grande y con balcón, que a una familia con menores pequeños en un piso de menor superficie, que sea interior o a personas ancianas que vivan solas.
La soledad, la comunicación con otras personas restringida a la mantenida por teléfono, la falta de ejercicio… nos han afectado a todas las personas, pero especialmente a las más frágiles. A niños y niñas, personas ancianas, personas con patologías crónicas o con problemas relacionados con lo emocional o la salud mental, se han visto más afectadas, y probablemente arrastren un tiempo al menos secuelas de lo vivido.
Tampoco ha ayudado seguramente el foco casi exclusivo de los medios de comunicación en el desastre entorno al coronavirus.
[Se ha establecido una especie de realidad en la que solo existe el coronavirus, como si el resto de problemas de salud o de la vida desaparecieran]
En los últimos dos años aproximadamente, desde la APS se organizaron diferentes huelgas para reclamar mayor inversión y mejores condiciones, y para defender la importancia de un sistema sanitario con una APS muy fuerte. En la situación actual el estado de la APS se recrudece ¿Qué políticas necesita la APS que se formulen desde el Gobierno Vasco y el estado central?
Ha quedado demostrado una vez más que solo los sistemas sanitarios organizados entorno a una Atención Primaria fuerte pueden afrontar en condiciones situaciones como estas. Si, en ausencia de ellas, ya generan mejores resultados en salud a un coste menor y aumentando la equidad, en situaciones como la que vivimos esto se multiplica.
La accesibilidad que aporta la Atención Primaria evitando exposiciones y detectando precozmente tanto casos como agravamientos, la continuidad asistencial evitando medidas más cruentas y favoreciendo el acompañamiento incluso vía telefónica, la capacidad de adaptación… han resultado fundamentales en estos meses, y lo van a ser aún más en la vuelta a una “nueva normalidad” y para responder agilmente a posibles segundas olas.
Da la sensación de que de esta situación la AP solo puede salir de dos formas. O aún más ahogada y deteriorada, y continuando en la dinámica de perder su esencia y trascendencia, o por el contrario, reforzada, aprovechando esta especie de paréntesis para volver a una realidad bien distinta, también, en cuanto a cómo entendemos el sistema sanitario, los cuidados y en general la salud de nuestras comunidades.
Se ha demostrado que si es necesario se puede cambiar de forma muy importante la forma de trabajo, eliminar burocracias innecesarias… así que esta no puede ser una excusa para no cambiar las cosas.
Ojalá un cambio en la mirada de quiénes gestionan, que incluya a la Atención Primaria no como uno de los apartados del sistema sino como la forma de entender la atención y los cuidados. Ojalá mayores recursos (que en Atención Primaria es hablar fundamentalmente de recursos humanos) y sobre todo, mayor autonomía de gestión de los y las profesionales y de los centros. En definitiva, ojalá una mirada mucho más cercana a la ciudadanía, sus barrios y sus comunidades.