Los tiempos que estamos viviendo y los que viviremos son difíciles, complicados y drásticos. La emergencia sanitaria desatada por el COVID-19 ha traído un panorama desolador en lo económico, donde tantas personas se han quedado sin sus trabajos y sin entradas de dinero para atender sus necesidades más inmediatas. Nos deja también un contexto doloroso donde algunas hemos asistido a la pérdida de personas muy queridas.
La pandemia nos coloca ante un escenario económico y social no conocido (para muchas personas del norte rico) desde la segunda guerra mundial, y sus consecuencias, que ya estamos experimentando, se adivinan estupendamente. Por de pronto, ha puesto en entredicho una sanidad pública inexistente en muchos países o constantemente debilitada en otros, a base de privatizaciones y recortes de personal y medios.
La gran pregunta es si vamos a seguir manteniendo a escala mundial un sistema productivo basado en el beneficio neoliberal cortoplacista y tan generador de injusticias e inequidades o se introducirán por fin, criterios como sostenibilidad, ecología y protección social a las personas, elementos que forman parte de los determinantes de salud y en los que los Estados deberían de intervenir con fuerza.
El propósito de estas líneas es el de abordar el confinamiento y su relación con la LGTBI+fobia. ¿Han sufrido y están sufriendo las personas LGTBI+ mayor discriminación durante la pandemia? Nuestra intuición es que si, pues en situaciones de crisis los colectivos vulnerables son los más desfavorecidos sufriendo con mayor intensidad los impactos de las mismas. Los escasos datos de que se disponen corroboran en parte esta intuición:
- El modelo panameño de segregar a la población en hombres y mujeres para salir durante la cuarentena ha originado muchos problemas de salud a las personas LGTBI+ en muchos países de américa latina.
- El comité de la Diversidad sexual de Honduras denuncia la situación de calamidad que la emergencia por Covid-19 ha sumido a la población LGTBI+ a la que se la ha negado incluso ayudas humanitarias.
- Turquía ha prohibido pintar arcoíris contra el COVID-19 por tratarse de propaganda LGTBI+ y se lanzan mensajes que vinculan la aparición de la pandemia con la homosexualidad y el adulterio.
- En el Estado español se han puesto en marcha estudios que analizan la especial situación de vulnerabilidad en la que la pandemia puede haber sumido al colectivo LGTBI+.
- La directora ejecutiva de ONU Mujeres señala la incidencia de las medidas del confinamiento en una mayor violencia de género ejercida contra las mujeres. Ningún análisis que se ha hecho a este respecto se ha acordado de la violencia intragénero, la que es de imaginar también se habrá acentuado.
En nuestro entorno bizkaino, nos hacemos una idea de cómo las personas LGTBI+ han pasado el confinamiento. Señalar que, desde el primer día de la pandemia, ALDARTE estuvo en contacto con las personas que forman parte de sus estructuras grupales y diversos servicios y les preguntamos a muchas personas sobre la situación vivida durante el confinamiento. Muchas de las respuestas nos sorprendieron, ya que nos decían que estaban bien y sin problemas, descartando los que todas las personas teníamos causados por el mismo confinamiento (aumento de la ansiedad, variabilidad del estado de ánimo, miedos, mayores conflictos de convivencia, etc.).
Analizando estas respuestas estimamos que se ha dado una peculiar combinación entre la LGTBI+fobia y el confinamiento. ¿Qué ha pasado?, creemos que las personas LGTBI+ de ALDARTE (no sabemos si a nivel más general) han tenido recursos de resiliencia (es decir más aguante) para aguantar el confinamiento por un lado, y por el otro, se han visto más tranquilas al no tener que exponerse a la LGTBI+fobia reinante en el día a día. Quedarse en casa ha sido como un refugio para muchas: para la adolescente que no tiene que someterse a comentarios vejatorios en el aula, para la trans en transición que mejor está en casa y realiza este proceso con más tranquilidad, para tantas LGTBI+ que no tienen que exponerse a las miradas de desprecio o reprobatorias, a los insultos o palizas en la calle, etc. Podríamos decir que la salud mental de muchas ha mejorado durante el confinamiento.
También hemos comprobado que muchas han usado este tiempo para explorar, escucharse, reflexionar y sentir en intimidad, sin tanta interacción y presiones, cómo sienten su género y sexualidad, y descubrirse en facetas que no sabían o asegurar las que ya intuían. Algo que ha mejorado su estado vital y salud.
Además hemos observado que los tratamientos hormonales y antiretrovirales VIH-Sida no se han suspendido en Osakidetza. No tenemos noticias de que las ayudas humanitarias en Bizkaia no han llegado a personas LGTBI+ por el hecho de serlo.
Este panorama descrito no significa que la LGTBI+fobia no haya actuado en época de pandemia. Además, una vez que hemos regresado a los locales para seguir con nuestra actividad hemos comprobado los efectos de medidas de confinamiento centradas en la unidad familiar tradicional y el impacto de la LGTBI+fobia con más precisión. Realidades que estaban mal no han mejorado con el confinamiento: situaciones de violencia intragénero, personas que han tenido que volver a domicilios familiares expresan situaciones de no aceptación y discriminación, la soledad o falta de redes sociales se ha hecho notar con más intensidad, trabajadoras sexuales que han perdido su clientela, acoso cibernético, etc. Sin duda, hacen falta estudios que analicen con más rigor lo acontecido durante el confinamiento.
Los días de confinamiento han pasado, estamos en la llamada desescalada y la instauración de la denominada “nueva normalidad”. Como apunte crítico y final para este escrito, recordar que las normalidades instauradas a lo largo de la historia, siempre han colocado a las personas no normativas con el deseo y el género en ese terreno de lo no normal, de lo malo, de lo ilegal, de lo no sano, del trastorno o del pecado.