Cuando patologizamos la diversidad sexual y de género desde la salud

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La patologización de las sexualidades y los géneros no normativos supone todavía, una de las violencias más legitimadas por profesionales de la salud. Miles de personas LGTBI+ son, diagnosticadas y tratadas como enfermas, estigmatizadas y minorizadas arrebatándoles su dignidad humana y el reconocimiento social.

La patologización convierte en trastorno experiencias vitales de las personas constituyendo una grave violación de derechos humanos fundamentales. Pese a esto, seguimos considerando la transexualidad como disforia de género e incongruencia de género. Y pese a esto todavía persiste el debate sobre las supuestas terapias curativas de la homosexualidad. Terapias que están empezando a poner en marcha ciertos sectores de la salud, los más conservadores e intolerantes.

La despatologización real de la diversidad sexual y de género tendría que ser uno de nuestros objetivos en salud. Un trabajo central es desmantelar las argumentaciones revestidas de teorías científicas que a lo largo de los años han servido para justificar la medicación y patologización de las vidas LGTBI+. Durante mucho tiempo, desde la psicología, han surgido investigaciones, que partiendo de un sesgo heteronormativo han estado dirigidas a determinar la causa de la orientación sexual no heterosexual o del género no conforme con el asignado al nacer, con los objetivos de desprestigiar la diversidad sexual y de género, reunir las evidencias suficientes para contribuir a su erradicación, y regular y controlar las sexualidades y los géneros que disienten de las normas culturales.

Huyendo, supuestamente, de la patologización establecida por los planteamientos de la psicología han surgido las explicaciones venidas del campo de la neurociencia y de la genética, encaminadas a establecer las causas congénitas de la diversidad sexual y de género, y según las cuales, las personas LGTBI+ están definidas así desde el nacimiento, e incluso antes. Su conducta no es un trastorno mental, sino que se trata de una condición física (a modo de afección) situada en sus genes y hormonas sexuales. Se soslaya por completo la intervención de lo social o la cultura.

Ninguna teoría ha sido científicamente demostrada, pero han dejado un poso importante en el imaginario colectivo sobre la diversidad sexual y de género, de forma que continuamente persiste la necesidad de explicarla o de buscar una argumentación que la analice. Hay que seguir profundizando en la despatologización de la diversidad sexual y de género, creando un marco de trabajo de reconocimiento y reafirmación de la diversidad.

Lo que significa trabajar para que las personas LGTBI+ se reconozcan y puedan ser reconocidas como sujetos activos con capacidad autonomía y responsabilidad para decidir sobre sí mismas y sus propios procesos. Y esto va a resultar francamente difícil si se sigue bajo la influencia de modelos psicológicos y biomédicos venidos de la neurociencia que, desde hace tiempo, nos hacen interpretar la realidad de forma heteronormativa y binaria y que han constituido desde el principio la base de la patologización de la diversidad.

Hagamos posible una salud comprometida con la diversidad sexual y de género.

 

*Autora: Inmaculada Mujika, psicóloga de ALDARTE Centro de Estudios y Atención LGTBI+

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