En el pasado mes de febrero una delegación de medicusmundi bizkaia y araba compuesta por cuatro personas visitó los proyectos con cooperativas locales que la organización está impulsando en Ruanda. En dicha visita participó el médico Yon Arrieta, colaborador de medicusmundi bizkaia desde hace más de 20 años y actual vicepresidente de la entidad. Hemos conversado con él sobre su primera experiencia en terreno.
Ha sido la primera vez que te animas a visitar uno de los proyectos in situ, en este caso a Ruanda, ¿cómo ha sido la experiencia?
La experiencia para mí ha sido maravillosa, he vuelto encantado. Anteriormente he tenido posibilidades de viajar a terreno y quizá por miedo me había acobardado y nunca me había atrevido hasta ahora. Ha sido un viaje muy interesante, la gente ha sido muy amable y además el equipo que hemos viajado hemos estado muy a gusto. Y además he podido conocer de primera mano todos los proyectos que está desarrollando medicusmundi bizkaia en la zona, en colaboración con la asociación de Araba.
Entre otros asuntos, habéis realizado un seguimiento de los proyectos que medicusmundi está desarrollando con cooperativas agrícolas y ganaderas locales, ¿verdad?
Así es, en este viaje hemos realizado visitas a las siete cooperativas de mujeres con las que está colaborando medicusmundi. Cada una de ellas está en una comunidad distinta; por la mañana hemos realizado una visita a una cooperativa y por la tarde a otra. Están compuestas por mujeres, que comenzaron a trabajar como asociaciones hace más de diez años, y ahora funcionan como cooperativas. Fundamentalmente todas tienen su parte agrícola y su parte ganadera, y luego algunas también tienen su parte productiva: realizan cestería, manufactura textil (uniformes para los colegios, zapatos…), etc. Aunque el funcionamiento sea un poco distinto al que tenemos aquí, al final son agrupaciones en la que el beneficio revierte en las propias cooperativistas y en la población local.
¿Por qué crees que es importante impulsar este tipo de proyectos?
Para mí hay dos vertientes muy importantes. Por un lado, se puede constatar que la situación de las mujeres que participan en las cooperativas ha mejorado notablemente. Según datos no oficiales de las ONGs locales, se estima que un 50% de la población de Ruanda sufre malnutrición. Y tal y como comentaban las propias mujeres, actualmente nadie de la propia cooperativa ni de su entorno sufre pobreza extrema.
Por otro lado, más allá de la labor productiva, el trabajo que estamos realizando conjuntamente con las asociaciones locales también está ayudando a la capacitación y el empoderamiento de las mujeres. Están gestionando su propia cooperativa, aprendiendo a utilizar material informático, y todo ello está reforzando sus capacidades como referentes. Además, todo ello revierte en su entorno, porque ellas mismas están enseñando a otras mujeres a potenciar el autoconsumo, formas de alimentación más saludables…
Sin caer en triunfalismos, el cambio es evidente: de una situación de pobreza extrema y analfabetismo, han pasado a gestionar su propia cooperativa, fomentar el autoconsumo y empoderarse en su comunidad.
Además, en las cooperativas se está impulsando un cambio generacional, ¿verdad?
Eso es, muchas de las mujeres que componen las cooperativas actualmente han sobrepasado su edad adulta, por lo que se está tratando de implicar a jóvenes. Se ha puesto en marcha un programa especial destinado a integrar a aquellas jóvenes que han vivido embarazos a edad muy temprana, algunas de ellas a causa de la violencia sexual. Estas mujeres sufren a menudo el rechazo de su comunidad y la estigmatización, por lo que es una prioridad tratar de empoderarlas e integrarlas en su entorno.
¿Qué retos se afrontan desde medicusmundi con sus proyectos en Ruanda?
A medio plazo nos gustaría que las cooperativas con las que estamos trabajando actualmente fueran ganando autonomía para que sean lo más independientes posible, tanto económicamente como en el resto de su gestión. Aún falta tiempo para que sean completamente autónomas financieramente, pero seguimos dando pasos en esa dirección.
Por otro lado, allí mantuvimos una reunión con una organización que trabaja para garantizar el acceso al agua y a la red de saneamiento, impulsando también el reciclaje de materiales, y la verdad es que nos parece muy interesante, por lo que estamos valorando abrir una nueva línea de actuación y colaborar con dicha entidad.
A nivel más personal, ¿la realidad que has encontrado en Ruanda es la que esperabas?
A nivel personal, yo iba con mucho miedo. Y he de decir que me ha parecido un país muy amable. En lo que se refiere a las cooperativas, siempre había seguido este proyecto con mucho interés, y tenía la impresión de que se estaban dando pasos muy concretos, con una incidencia muy directa en la población local. En el terreno he tenido la misma sensación. He ido con mucha ilusión, porque sentía que estábamos colaborando con algo útil, y he vuelto aún más ilusionado.
No tiene nada que ver realizar el seguimiento desde aquí o visitar el proyecto directamente…
Cambia totalmente la visión. Por mucho que leas los datos, no tiene nada que ver con poner cara y sensaciones a todo lo que se está trabajando. Te cambia la visión, vuelves distinto. Yo soy de la “vieja escuela” de la cooperación, y en 20 años este mundo ha cambiado mucho. A mí me ha hecho reflexionar, y me ha empujado a seguir formándome en cooperación, ¡y hasta a mejorar mi francés!